Está claro que el único interés cultural existente para Don Juan Jesús Vivas Lara, máximo representante del pueblo ceutí, es aquel que le pueda refrendar un mayor número de votos, y no creo que un homenaje a Federico García Lorca le pueda aportar absolutamente nada, ni desde un punto de vista político y mucho menos, cultural, para ello ya se rodea de un equipo de viceconsejeros con máxima formación intelectual y sobre todo cultural, sólo hay que escuchar cómo se expresan. Es más, no creo que animar al comunismo, y mucho menos a la homosexualidad desde la escucha de los versos de Lorca pueda fomentar la imagen positiva de sus actuaciones y la de su equipo, alejados totalmente de estas tendencias. Eso sí, deben apoyar la cultura de masas, esa que se debaten entre las múltiples cofradías de pseudocristianos y los señores de uniformes que condecoran sus cuerpos con insignias de oro por alguna supuesta defensa, ¿de qué? No sé, y a estas alturas tampoco quiero saber.
Entiendo que acudir a un acontecimiento de este calado y observar a una rebelde Mariana Pineda ondeando la bandera de la libertad debe ser complicado, y más en estos tiempos donde a la libertad se le atribuye como principal característica la manipulación silenciosa. De todas formas, se preguntarán para qué realizar un canto a la libertad y luego coartar la de los políticos, obligándolos en cierta manera a que asistan a actos culturales como este homenaje. No, indudablemente, esta no es mi intención, yo no necesito sentir en la butaca de mi derecha a ningún político. Mi crítica nace cuando esas butacas quedan vacías porque han sido reservadas para algunos de ellos, esos que en algún momento pensaron asistir, pero que el frío de diciembre les quitó las ganas, situación que en el PIC denominan protocolo, y yo, desde mi subjetividad habitual, hipocresía.
Es mejor asumir nuestra realidad: ¡A nuestros políticos la cultura les interesa un carajo! Claro, a no ser que el acto esté organizado de forma que se puedan lucir, como por ejemplo el anterior tributo a Lorca, organizado por la Biblioteca pública de Ceuta, un acto en el que leyeron sus versos, lo curioso es que la voz la ponían “representantes activos de la cultura ceutí”, sin eufemismo, voces políticas e intendentes de la iglesia. Estoy seguro que Lorca no hubiera disfrutado de una Mabel Deu, algo trabada, sobreactuando el ritmo de sus versos y mucho menos de un sacerdote leyéndolos entre risas. Y no creo que la propuesta de la Biblioteca fuera mala, el objetivo está claro; conmemorar el 75º aniversario de la muerte de Federico García Lorca, pero para estos actos se deben contar con los verdaderos representantes de la cultura ceutí, y da la casualidad que ninguno de ellos ostenta un cargo político, ni eclesiástico.
Pero, ¿Y la izquierda ceutí? Esa que en los momentos difíciles echa mano de algún que otro verso pintando de rojo cualquiera que fuera su significado. Amigo José Antonio Carracao, la cultura siempre fue pretendida por los tuyos, incluso, puedes comprobar que la historia se encargó de olvidar a todos los poetas de derecha, ¿Quién recuerda a Luis Rosales o a Dionisio Ridruejo componiendo El cara al sol? Sin embargo, la boca se os llena al nombrar a Alberti o Miguel Hernández, incluso a Lorca, todos ellos maltratados por las circunstancias políticas, encarcelados, exiliados o asesinados, simplemente por ser rojos. Casi por memoria histórica, si se les hace un homenaje a este tipo de poetas que un día tapizaron con sus versos la silla que hoy ocupas, sería un deber acudir. Sé que para vosotros no reservan sillas, pero no vamos a ser demagogos, la butaca a 8 euros es asequible hasta para políticos con menos sueldo.
Evidentemente, mi indignación es máxima y sé que entre tantos temas importantes como disputas entre partidos, vacunación de mininos y valoración de juguetes no sexistas, la cultura con mayúsculas no cumple un papel importante, ¿Cómo se entenderían los actos culturales por parte de los ciudadanos si vieran a sus representantes políticos disfrutar de ella de forma sincera? Seguro que no se acaba con los numerosos problemas de la sociedad caballa, pero se contribuiría a hacer de estos hombres y mujeres electos, personas menos incultas.
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