martes, diciembre 20, 2011

¡A NUESTROS POLÍTICOS LA CULTURA LES INTERESA UN CARAJO!


Está claro que el único interés cultural existente para Don Juan Jesús Vivas Lara, máximo representante del pueblo ceutí, es aquel que le pueda refrendar un mayor número de votos, y no creo que un homenaje a Federico García Lorca le pueda aportar absolutamente nada, ni desde un punto de vista político y mucho menos, cultural, para ello ya se rodea de un equipo de viceconsejeros con máxima formación intelectual y sobre todo cultural, sólo hay que escuchar cómo se expresan. Es más, no creo que animar al comunismo, y mucho menos a la homosexualidad desde la escucha de los versos de Lorca pueda fomentar la imagen positiva de sus actuaciones y la de su equipo, alejados totalmente de estas tendencias. Eso sí, deben apoyar la cultura de masas, esa que se debaten entre las múltiples cofradías de pseudocristianos y los señores de uniformes que condecoran sus cuerpos con insignias de oro por alguna supuesta defensa, ¿de qué? No sé, y a estas alturas tampoco quiero saber.

Entiendo que acudir a un acontecimiento de este calado y observar a una rebelde Mariana Pineda ondeando la bandera de la libertad debe ser complicado, y más en estos tiempos donde a la libertad se le atribuye como principal característica la manipulación silenciosa. De todas formas, se preguntarán para qué realizar un canto a la libertad y luego coartar la de los políticos, obligándolos en cierta manera a que asistan a actos culturales como este homenaje. No, indudablemente, esta no es mi intención, yo no necesito sentir en la butaca de mi derecha a ningún político. Mi crítica nace cuando esas butacas quedan vacías porque han sido reservadas para algunos de ellos, esos que en algún momento pensaron asistir, pero que el frío de diciembre les quitó las ganas, situación que en el PIC denominan protocolo, y yo, desde mi subjetividad habitual, hipocresía.

Es mejor asumir nuestra realidad: ¡A nuestros políticos la cultura les interesa un carajo! Claro, a no ser que el acto esté organizado de forma que se puedan lucir, como por ejemplo el anterior tributo a Lorca, organizado por la Biblioteca pública de Ceuta, un acto en el que leyeron sus versos, lo curioso es que la voz la ponían “representantes activos de la cultura ceutí”, sin eufemismo, voces políticas e intendentes de la iglesia. Estoy seguro que Lorca no hubiera disfrutado de una Mabel Deu, algo trabada, sobreactuando el ritmo de sus versos y mucho menos de un sacerdote leyéndolos entre risas. Y no creo que la propuesta de la Biblioteca fuera mala, el objetivo está claro; conmemorar el 75º aniversario de la muerte de Federico García Lorca, pero para estos actos se deben contar con los verdaderos representantes de la cultura ceutí, y da la casualidad que ninguno de ellos ostenta un cargo político, ni eclesiástico.

Pero, ¿Y la izquierda ceutí? Esa que en los momentos difíciles echa mano de algún que otro verso pintando de rojo cualquiera que fuera su significado. Amigo José Antonio Carracao, la cultura siempre fue pretendida por los tuyos, incluso, puedes comprobar que la historia se encargó de olvidar a todos los poetas de derecha, ¿Quién recuerda a Luis Rosales o a Dionisio Ridruejo componiendo El cara al sol? Sin embargo, la boca se os llena al nombrar a Alberti o Miguel Hernández, incluso a Lorca, todos ellos maltratados por las circunstancias políticas, encarcelados, exiliados o asesinados, simplemente por ser rojos. Casi por memoria histórica, si se les hace un homenaje a este tipo de poetas que un día tapizaron con sus versos la silla que hoy ocupas, sería un deber acudir. Sé que para vosotros no reservan sillas, pero no vamos a ser demagogos, la butaca a 8 euros es asequible hasta para políticos con menos sueldo.

Evidentemente, mi indignación es máxima y sé que entre tantos temas importantes como disputas entre partidos, vacunación de mininos y valoración de juguetes no sexistas, la cultura con mayúsculas no cumple un papel importante, ¿Cómo se entenderían los actos culturales por parte de los ciudadanos si vieran a sus representantes políticos disfrutar de ella de forma sincera? Seguro que no se acaba con los numerosos problemas de la sociedad caballa, pero se contribuiría a hacer de estos hombres y mujeres electos, personas menos incultas.

ANOCHECER LORQUIANO HA CONVERTIDO LO IMPOSIBLE EN PURA VANGUARDIA

El Centro Dramático, bajo la dirección de Manuel Merlo, ha hecho imaginar un posible entierro de Federico García Lorca en tan sólo 90 minutos de sublime poesía, algo que muchos de sus seguidores andan soñando desde el mismo día que lo fusilaron dando por deshonrosos motivos su tendencia política y su condición sexual. Ahora, tratar de darle sepultura a su cuerpo, que debe encontrarse perdido entre los barrancos de Víznar y Alfacar, no resulta ningún reclamo, a pocos les interesa revivir situaciones ya pasadas, por eso solo queda ofrecerle homenajes tan vanguardistas como Anochecer Lorquiano. Un espectáculo multidisciplinar donde se ha podido disfrutar de innumerables imágenes, gracias a la tecnología, que en ocasiones da una de cal y otra de arena, evitando la perfección absoluta para recordar a un Lorca dispuesto a morir para poder renacer en cada uno de los versos que susurraron los actores de Ceuta.

Nuestros actores pasearon por el escenario a los personajes más rebeldes de Federico de forma muy acertada, desde la autoritaria Bernarda Alba hasta una dislocada Yerma, pasando por una simpática Zapatera, pero si uno de sus personajes destacó sobre las tablas, ese fue Mariana Pineda, interpretado de forma magistral por Chus Albarracín, actriz capaz de emocionar introduciendo un mínimo suspiro entre la pausa de unos versos que no pueden ser más sencillos de sentir y más complicados de verbalizar; Y en la noche platinoche, noche que noche nochera…, y todo ello ondeando con sus manos la bandera de la libertad. Exigir más verdad sería imposible porque la emoción cortaba el aire, el público entregado no dudó en aplaudir de forma constante cada una de las aportaciones realizadas. Pero no solo a esta sensación onírica contribuyeron los actores, también el cuerpo de baile aportó esa fusión que siempre se discute necesaria en los versos del poeta; lo ancestral y lo contemporáneo. Y por si fuera poco, la escena contaba con Antonio Mejías, cantaor en alza tras conquistar el XIX Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, su voz limpia no dificultó para nada que los asistentes menos acostumbrados al disfrute de cualquier palo flamenco pudieran entender cada una de las palabras que brotaban de su boca, pero si tuviera que elegir un instante de sus intervenciones me quedo con la interpretación de Los Peregrinitos. Como réplica a la necesaria fusión que anteriormente comentaba, la extraordinaria aportación del cantautor Fco Luis Jiménez -Chiki-, me dejó con infinitas ganas de volver a escuchar esa versión tan particular de Anda Jaleo, que algún día espero saciarlas.

Conmemorar el 75º aniversario de la muerte de Federico García Lorca ha sido un regalo para todos los que admiramos su obra, este recorrido secundado por el buen conocimiento de sus composiciones y la capacidad de degustar con tanta delicadeza sus versos hacen de Ceuta un lugar donde poder admirar la cultura en mayúsculas. Supongo que pasará algún tiempo antes de que su legado vuelva a resonar en el Auditorio del Revellín con tanta calidad, admiración y creatividad, hasta entonces, quede su alma vieja y mística de estrella a estrella, de brisa a brisa.

martes, diciembre 13, 2011

ANTONIO MEJÍAS, LA VOZ FLAMENCA DEL HOMENAJE A LORCA

El próximo jueves, 15 de Diciembre a las 21 horas en el Teatro Auditorio Revellín, se podrá disfrutar del homenaje a Federico García Lorca, en el 75º aniversario de su muerte, organizado por El Cetro Dramático de Ceuta y con la colaboración de numerosos artistas, entre ellos el cantaor flamenco Antonio Mejías.


Antonio Mejías, comenzó muy pronto en el mundo del cante flamenco y desde el primer momento despuntó entre los demás. Se define como un cantaor humilde que a través del cante puede manifestar todo lo que ha vivido y lo que ha aprendido en sus años de carrera. Tras ganar el XIX Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba vive uno de los momentos más dulce de su camino musical, ahora busca seguir grabando discos donde poder compartir el dominio de los diferentes palos, pero también el reconocimiento del público, algo más complicado si no cedes a la fusión comercial que vive el flamenco en su última época. Entre sus referentes artísticos cita a Fosforito, Antonio de Mairena y como no, a Camarón.

Sin duda, nos encontramos ante una de las figuras en alza del flamenco, y para suerte de los ceutíes se siente bien acogido en nuestra ciudad, han sido numerosas ocasiones las que se ha podido disfrutar de su sensibilidad bañada en una voz limpia pero con esa capacidad de emocionar entre quejíos. En Anochecer Lorquiano, Mejías hará un tándem perfecto con los versos de Federico García Lorca, acostumbrados al compás flamenco y a la emoción que el cantaor sabrá impregnarle.

Dice Manuel Merlo, director del Centro Dramático de Ceuta, que Anochecer Lorquiano es un montaje intenso, dinámico, complejo y variado a la vez. Un espectáculo que posibilita sentir lo que sintieron sus allegados, sus familiares, sus admiradores cuando se enteraron de su muerte, y así agradecerle todo lo que dejó, devolviéndoselo en forma de homenaje, con teatro, imágenes, poemas, música; y sobre todo, con mucha imaginación, mucho cariño, mucho arte, muchas ilusiones y muchas emociones.


¡NO SE LO PUEDEN PERDER!.

domingo, diciembre 11, 2011

¿POR QUÉ DEBEN LEER UN CINE EN EL PRINCIPE ALFONSO Y OTROS RELATOS DE MOHAMED LAHCHIRI?

Mohamed Lahchiri, con Un cine en el Príncipe Alfonso y otros relatos, presenta una serie de narraciones pasadas por un tamiz demasiado personal para que puedan ser degustadas por todo tipo de lectores, sin embargo, dichos escritos destilan libertad, descargados de cualquier tipo de censura conscientes o inconscientes que puedan ir adicionadas a temáticas como la religión, la figura de la mujer o las descripciones transparentes de una vida marroquí.

Son numerosos los relatos que presenta, de diferente extensión y temática, pero en su mayoría sudan nostalgia de forma desmedida de una Ceuta, no tan lejana en el tiempo, pero sí, en la forma de vida. Un Príncipe Alfonso, como reconoce Mohamed, escritor ceutí residente en Casablanca, que nada tiene que ver con el de hoy en día. La descripción de este barrio, me recuerda a las anécdotas que mi abuelo vecino del Príncipe, apoltronado en el sillón donde decidió vivir sus últimos años, contaba con pelos y señales aludiendo a situaciones de extrema convivencia donde las diferencias no eran más que alguna que otra costumbre, sin más importancia para la cotidianidad que la posibilidad de disfrutar los unos de los otros, y los otros y los unos de aquellos personajes que este libro muestra como representantes de una Ceuta con diferencias sociales, que no se prestaban a la confesión religiosa. Pero, el autor rompe constantemente esta sensación de aquellos maravillosos años con el relato de estos menos maravillosos, con la ineludible emoción de que cualquier tiempo pasado, -ahora- nos parece mejor… De este buen sabor de boca a destiempo, nace un homenaje al cine de un dorado Hollywood, a través de la mirada de un adolescente vista desde la pluma de un jubilado que añora lo que en esos días disfrutó sin el objetivo de hacerlo: Una entrada de cine para Lo que el viento se llevó, una canción de Antonio Molina o los primeros amores y amistades paseadas entre Ceuta, Chauen y Tetuán.


No todo es miel en este libro, peca de una sexualidad algo obsesiva, incluso vulgar, lejos de lo que Georges Bataille nos define como erotismo, o como personalmente me gusta entenderlo; pura sensualidad, algo así como un decir sin decir. No obstante, si lo que pretende el autor es decapitar la divinidad de cualquier Dios, me parece correctísimo que en el mismo párrafo aparezca el nombre sagrado y una erección, una eyaculación o una sodomización en toda regla. Incluso, se debe destacar la realización de numerosas travesuras con la palabra pero con intenciones tan desnudas que pierde cualquier posibilidad de juguetear. En realidad, sólo se disfruta cuando tienes que leer muchas veces un parrafito para entenderlo, pero sin un objetivo como por ejemplo una escondida ironía o una motivada excitación, el juego no merece la pena.

¿Por qué deben leer Un cine en el Príncipe Alfonso y otros relatos de Mohamed Lahchiri? Si buscan disfrutar del recuerdo, recrearse en un tiempo donde tener un cine cercano era un sueño, se sentirán atrapados por este libro. Por el contrario, si lo que pretenden encontrar es un panfleto reivindicativo que solucione los múltiples problemas de este barrio, eso tendrán que pedirlo a los electos habitantes de nuestro ayuntamiento, y nunca a un escritor que simplemente sueña con la posibilidad de que también nuestro tiempo puede ser mejor.

lunes, diciembre 05, 2011

LA PELÍCULA QUE QUISE VER Y NUNCA LLEGÓ A NUESTRO CINE: HERMANO

Rasquin se ha arriesgado a centrar la relación de dos hermanos de una barriada caraqueña en medio de su pasión por el fútbol y lo hace a sabiendas que el interés por este deporte se acrecienta cada año, al mismo tiempo que ofreciéndolo evidentemente como posible camino de salida a esa realidad difícil en la que se mueven los personajes protagonistas. Es un camino, por cierto, ya transitado por Alberto Arvelo en su documental Tocar y luchar, en el que muestra la labor ejercida por el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles venezolano de rescate de potenciales artistas musicales provenientes de los sectores marginales, fundamentalmente.

Pero Rasquin da un paso más evitando que el enunciado sólo se quede en un mero punto de didactismo paternalista, ese con el que se nos increpa a veces de "Hacer deporte es hacer Patria" o "¡Haz deporte, dile no a las drogas!". El director está consciente de que lo que quiere es contar una historia ficcional, creíble, conmovedora, entrañable a pesar del drama que se relata.
La sinopsis pudiera ser un previo a presenciar el lugar común: "Daniel es un delantero excepcional, un fenómeno. Julio es el capitán de su equipo. Ambos son hermanos de crianza y juegan fútbol en su pequeño barrio La Ceniza. Daniel desea con todas sus fuerzas jugar a nivel profesional, mientras Julio mantiene a la familia con dinero sucio: no tiene tiempo de soñar...". Pero el film es otra cosa. Allí está de nuevo la mirada al barrio. Otra vez, sí, pero realizada desde otra perspectiva. Allí están dos hermanos física y emocionalmente distintos, cuya relación es más afectiva y sincera de lo que uno pudiera esperar, y de una camaradería envidiable. Rasquin evita inteligentemente ubicar el asunto en el esquematismo muy común del hermano bueno y el hermano malo. Se trata de unos chicos que, aún con diferentes posturas, rebozan energía, vitalidad y amor por la vida y por el fútbol. Una relación que pudiera constituirse como punto de escape o, en todo caso, que se contrapone a una difícil realidad que parece atentar ésta constantemente contra aquella. He allí el robo de los zapatos de Daniel, que deviene en la muerte accidental de la madre; o la figura del mafioso del barrio que dirige una banda de delincuentes; o el embarazo precoz de la chica por la que Daniel siente especial interés...

Aquí Rasquin parece estar consciente de la fuerte carga de contenido social que rodea su historia, si agregamos a esto la figura de la mujer sola que levanta a sus hijos, muy común en la sociedad venezolana, y que representa la madre de los hermanos. Y añadamos, por supuesto, la violencia que aparece repentinamente en cualquier momento, como lo hace en el juego final... La manera de enfrentar cada uno de los hermanos estas situaciones es lo que le interesa al director y le otorga a sus personajes una entereza y sensibilidad totalmente creíbles y del todo justificables. Sólo el afecto y el respeto -y la admiración incluso- entre los hermanos y sus potencialidades deportivas es lo que parece importar ante esas desdichas o dificultades. Por eso conmueven tanto las escenas en donde comparten su dolor por la pérdida de la madre, sobre todo aquella frase de: "Ya se está yendo el olor a torta"... También esa imagen final con el rostro de Julio...

Rasquin no recarga las tintas y eso se le agradece. No busca el efectismo ni escandalizar, así como tampoco busca la lección moral ni la necesidad de redención o sacrificio, elementos que estaban allí, por demás. Rasquin ofrece sin pudor un fraterno cariño a sus personajes y eso se contagia al espectador. De resto, una realización impecable, sorprendente en una ópera prima en la que la cámara y el montaje cumplen una decisiva función para las escenas de los partidos de fútbol.