(Artículo publicado en la Revista Siglo XXI en Julio)
Se ha conocido la leve mejoría formativa que han dictaminado las pruebas de diagnóstico que se realizan todos los años a los alumnos de los centros escolares de Ceuta, y que aún así, siguen situando a la ciudad en la cola de la calidad educativa. El sector pedagógico debería preguntarse dónde está realmente el problema de la escasa calidad y dejar de debatir sobre las próximas vacaciones de Semana Blanca, mientras los Sindicatos se insultan, y los docentes se enervan por el aumento de horario en sustitución de compañeros de otras materias.
Dejémonos de excusas, la principal causa es el método utilizado por maestros y profesores durante el aprendizaje. Ceuta no es comparable a otras ciudades de nuestra nación, entre sus singularidades se halla que más del 50% del alumnado son arabófonos, es decir, su lengua materna es el dariya (dialecto árabe hablado en el Norte de Marruecos y Ceuta), y se encuentran con una lengua de aprendizaje, además de constitucional, que es el español. Como afirma Verónica Rivera en Importancia y valoración sociolingüística del darija en el contexto de la educación secundaria pública en Ceuta, los musulmanes ceutíes hablan un dialecto en clara desventaja respecto a la lengua española y, por otro lado, utilizan un dialecto débil frente a la lengua árabe culta. Es una situación complicada que trasciende de simples lenguas en contacto. Sin embargo, se podría sacar mucho beneficio si fuéramos conscientes de que cualquier lengua es el mejor bien que se puede poseer. Así, podríamos convertir el bilingüismo ceutí es un factor de éxito.
Esto no significa que se debiera cambiar la lengua de aprendizaje, ni exigir que los docentes fueran bilingües, aunque no estaría mal poder utilizar el dariya como recurso didáctico, es decir, si los docentes conocen vocabulario, expresiones, reglas gramaticales, etc. Pueden utilizarlo como vehículo para hacer llegar el concepto que en ese momento se esté explicando en clase, como le puede ocurrir a aquellos maestros y profesores que han estudiado el cómo utilizar la voz, la teatralización de lecturas, o elementos de motivación, es decir, como cualquier otro recurso, teniendo en cuenta que la lengua es mucho más importante porque es el espejo de cualquier cultura. No obstante, no ha de ser necesario para ser docente. Lo que sí debe ser conditio sine qua no, es la ruptura del rechazo que durante mucho tiempo los enseñantes han tenido hacia el árabe ceutí, es decir, eliminar todas esas frases hechas que suelan aparecer en nuestras clases: En mis clases sólo se habla español. Oye, ¿No me estarás insultando?, e incluso peores, pero que atienden a una actitud discriminatoria más que lingüística.
Otra de las condiciones que debiera ser exigida en la ejecución educativa, es la formación de todo docente que trabaje en Ceuta en un método didáctico que enseñe el estudio del español como lengua no materna. Un método que deje de darle importancia al análisis exhaustivo de los conceptos para aplicarse en la comunicación como acción necesaria en el aprendizaje de los alumnos. Es arduo plantear soluciones a la enseñanza ceutí, además muchas de ellas pueden ser inalcanzables, pero la mejora del docente sí, por eso abogo por un método fácil y aplicado a las singularidades de los estudiantes arabófonos de Ceuta, que todo docente debe dominar. Y si fuera necesario, dejar de realizar pruebas de diagnóstico a los alumnos y empezar a realizárselas a todos los maestros y profesores. La calidad de la educación ceutí cambiaría, y seguramente se dejaría de debatir sobre asuntos tan baladíes como las fechas vacacionales.